Por sevillanas

POR PAREJAS o a solas, la Junta andaluza va a terminar bailando sevillanas. Lo que no sé es si todos denuncian al mismo ritmo y con la misma letra. Andalucía arrastra, desde hace tiempo, un cierto maleficio. Se ha tardado demasiado tiempo en ponerle remedio, y el que se ha intentado no parece que resuelva la carencia de palmas y de rumbo. Y, sobre todo, de una cabeza que represente el cuerpo entero. Quizá la que se baila sea una danza improvisada que sorprenda hasta a los palmeros que están hechos a todo. ¿Quién la elige; quién comienza; quién distribuye los cambios; quién sabe cuándo terminará y de qué manera? La juez Alaya ¿sabrá los movimientos de la tercera y el cambio hacia la cuarta? ¿O es que se teme que no llegue hasta ella? ¿O no se teme y es lo que se pretende? Las sevillanas son una danza alegre sin motivo concreto; pero, si no hay ninguno, ¿pensando en qué final se bailarán? Las sevillanas son un baile comprensivo, cambiante, tornadizo, tolerante con cambios de pareja, con ritmos personales y susceptible de improvisaciones... Aunque la letra no se entienda o se altere el orden clásico o el cambio de pareja. Lo que no se puede es prescindir de la alegría: contagiosa, idéntica, expresiva y segura de sí misma.